Entre hierro nos amamos
y su plata, incandescente,
se me posa como
pájaros.
Se oye un grito ronco
y mugen,
las bestias en el establo.
¡Luna mía! Amada
inmensa
que me prometes
martillo
y yo, te prometo el clavo.
El que ha
de unirme a tu estela,
en mi entraña, bien clavado.
Circúndame con tu
abrazo,
hialino y constelado,
para que no me corrompa
el tiempo, invisible y raro.
¡Luna, Luna! Haremos
noche
y amanecer de brocado.
Daniela Bartolomé
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